El viaje de los mejillones gallegos no es nada fácil; desde los mariscadores que se juegan literalmente la vida con las olas en busca del mejor mejillón, hasta el proceso que se sigue para garantizar esa calidad al final, cuando los consumidores disfrutamos de la buena mesa y el buen comer.
En el caso de Calvo es ligeramente diferente, ya que disponen de propias bateas para cultivar y criar el mejillón, en alta mar pero siempre en aguas gallegas, donde los nutrientes y el clima de esas aguas le dan ese característico sabor y textura firme.
José Marcelino, que lleva 10 años trabajando en la fábrica de Calvo, nos cuenta algunos detalles sobre el proceso. A pleno rendimiento, la fábrica es capaz de cocer entre 25 y 26.000 kilos de mejillones diarios, los cuales se introducen en sal muera para eliminar las barbas y separarlos de las cáscaras.
Por último nos cuenta que la principal clasificación de los mejillones es por su tamaño, siendo los más exquisitos los más grandes, cuya textura, sabor y color son perfectos para la buena mesa.
José es una de las personas con denominación de origen que Calvo ha seleccionado para enseñarnos de forma más natural el proceso del mejillón a través de 10 vídeos, y en las que todas estas personas tienen un factor en común: su vida gira entorno al mejillón y lo conocen más de cerca que nadie, porque trabajan en la fábrica de Calvo.
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