Pues digamos que son dos placeres en uno. Un placer en la mesa y un placer en el entorno, en el cuidado, en la atención, en la paz que se respira, en ... maravilloso.
¡¡¡Penoso!!!. Así podemos definir este establecimiento, en la Plaza principal de Guadalupe, a los pies del Monasterio, con unas preciosas vistas, pero sin ninguna vista en el trato a los platos y los clientes.